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Reseñas

Reseña Primal Planet Un metroidvania prehistórico

Un indie con ambición prehistórica

El panorama de los metroidvania está saturado de propuestas que buscan replicar el éxito de Hollow Knight o Ori. En ese terreno aparece Primal Planet, un juego independiente desarrollado prácticamente en solitario por Seethingswarm y publicado por Pretty Soon, que se atreve a mezclar exploración no lineal, crafting, supervivencia y una narrativa visual cargada de emociones.

La propuesta puede sonar arriesgada: dinosaurios, cavernícolas y máquinas futuristas en un mismo mundo, todo bajo un estilo de pixel art vibrante. Lo curioso es que funciona. Pero detrás de su encanto inicial también hay decisiones cuestionables que afectan el ritmo y la consistencia del conjunto.

En esta reseña analizamos lo que realmente ofrece Primal Planet, desde su jugabilidad hasta su carga emocional, para determinar si estamos ante un metroidvania memorable o uno que se sostiene más por la novedad de su premisa que por su solidez a largo plazo.

Movimiento fluido y combate estratégico

El punto fuerte de Primal Planet está en su movilidad. Desde el primer momento el control del personaje transmite fluidez: doble salto, deslizamientos, roll-jumps y un sistema curioso que permite clavar lanzas en las paredes para usarlas como plataformas improvisadas. Este detalle no solo aporta variedad, sino que abre rutas alternativas y fomenta la experimentación con el entorno.

El combate, por su parte, oscila entre la acción directa y el uso táctico del escenario. En lugar de limitarse a golpear sin pensar, el juego ofrece la posibilidad de crear trampas, usar señuelos, atacar con sigilo o emplear armas fabricadas a mano. Es un enfoque más cercano a la supervivencia que a la simple acción, y cuando funciona bien, genera enfrentamientos tensos contra dinosaurios salvajes o máquinas invasoras.

Sin embargo, el balance no siempre está bien medido. Algunos enemigos menores se sienten como esponjas de golpes innecesarias y ciertos combates alargan artificialmente el progreso. Aun así, el sistema resulta más variado que el de otros metroidvania independientes recientes, y es justo decir que introduce mecánicas frescas dentro de un género que suele repetirse demasiado.

Supervivencia y crafting como aporte extra al género

El crafting es otro de los pilares del juego. Puedes recolectar materiales para crear antorchas, armas, pociones o mejoras permanentes. También existen habilidades pasivas como mayor capacidad pulmonar para bucear o resistencia al fuego, lo que se traduce en nuevas rutas de exploración.

Aunque estas mecánicas aportan profundidad, no siempre se integran con naturalidad en el ritmo del metroidvania. A veces, detenerse a recolectar materiales rompe la cadencia de la exploración. No es tan intrusivo como en un survival puro, pero se nota que el juego intenta abarcar más de lo que puede pulir.

La intención de dotar al jugador de herramientas múltiples es loable. Sin embargo, esa ambición deja ver las costuras: un sistema de crafting interesante, pero que habría necesitado más refinamiento para no caer en la repetición.

Exploración y diseño de mundo

Uno de los grandes aciertos de Primal Planet está en el diseño de sus biomas. Cada zona —junglas densas, montañas nevadas, cavernas submarinas— tiene identidad visual propia y secretos ocultos que recompensan el backtracking.

La estructura respeta las bases del género: necesitas adquirir nuevas habilidades para acceder a zonas previamente cerradas. En este aspecto, el juego cumple con lo que se espera de un buen metroidvania. Además, las actualizaciones postlanzamiento han enriquecido la exploración. Destaca, por ejemplo, la posibilidad de montar delfines en las secciones acuáticas, lo que agiliza la movilidad submarina y aporta un factor sorpresa a la aventura.

El mapa también recibió mejoras, mostrando con más claridad secretos, objetivos y progresos. Estos añadidos demuestran que el desarrollador escucha a la comunidad y busca perfeccionar el proyecto más allá de su lanzamiento inicial.

Gráficos y Sonido

Si algo vuelve inolvidable a Primal Planet es su dirección artística. El pixel art no se limita a lo estético; transmite emociones y narra sin necesidad de palabras. Las animaciones de los personajes, los pequeños gestos de la familia protagonista y la expresividad de los escenarios hacen que cada escena tenga peso emocional.

La paleta de colores cambia según el bioma y refuerza la sensación de estar en un planeta vivo y cambiante. La música acompaña de forma discreta, sin ser intrusiva, pero en ciertos momentos dramáticos se eleva para remarcar la tensión o la ternura.

Es un recordatorio de que un juego independiente no necesita hiperrealismo para conmover: basta con un pixel art cuidado y un diseño sonoro que entienda cómo amplificar las emociones.

Una historia que toma protagonismo

La narrativa de Primal Planet sorprende porque no recurre a diálogos ni textos. Todo se cuenta a través de imágenes y animaciones. Juegas como un cavernícola cuya vida tranquila con su esposa, su hija y su dinosaurio mascota Sino se ve interrumpida por una invasión de máquinas.

La trama avanza con escenas breves pero poderosas: abrazar a tu pareja antes de salir a explorar, cargar a tu hija en brazos, o la compañía leal de Sino en los momentos más duros. Estos instantes de ternura contrastan con la brutalidad de los enfrentamientos y generan un vínculo emocional fuerte.

El problema es que el desenlace se siente abrupto. Da la impresión de que la historia se corta justo cuando más podía desarrollarse. No arruina la experiencia, pero deja la sensación de que el juego merecía un cierre más trabajado.

Uno de los elementos menos esperados es el modo cooperativo local. Un segundo jugador puede controlar a Sino, el dinosaurio, que poco a poco se fortalece con mejoras y puede ayudar tanto en combate como en la exploración.

No es un modo que reinvente nada, pero sí añade valor si quieres compartir la experiencia con alguien más. No todos los metroidvania ofrecen esta opción, por lo que es un detalle que merece reconocimiento.

Primal Planet logra diferenciarse dentro de un género saturado. Su combinación de ternura familiar, estética prehistórica y mecánicas de supervivencia hacen que destaque entre los indies de 2025. El movimiento ágil, el pixel art expresivo y la narrativa silenciosa son virtudes innegables.

Pero también hay que ser crítico: el crafting interrumpe el ritmo, el combate tiene altibajos y el final no alcanza a cerrar con la misma fuerza con la que inicia. Son detalles que impiden colocarlo al nivel de los gigantes del género, aunque no le restan mérito como propuesta fresca.

En definitiva, Primal Planet es un juego que brilla más por su alma que por su perfección técnica. No redefine el metroidvania, pero sí lo refresca con una mirada distinta: un héroe cavernícola que lucha por su familia, un dinosaurio que se convierte en compañero inseparable, y un mundo que mezcla lo prehistórico con lo mecánico.

Es un título recomendado para quienes buscan un metroidvania con identidad propia, dispuesto a perdonar algunas asperezas en favor de una experiencia cargada de humanidad.

Primal Planet es un indie valioso, imperfecto pero entrañable. Su jugabilidad fluida, su atmósfera emocional y su dirección artística lo convierten en una joya que merece ser jugada, incluso si no alcanza la maestría de otros referentes del género.

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