Sega intenta una vez más posicionar a Sonic como rival de Mario Kart, y con Sonic Racing: CrossWorlds busca hacerlo con una propuesta más ambiciosa que sus entregas anteriores. El juego apuesta por la mecánica de los “portales dimensionales”, que transforman los circuitos en tiempo real, y por un sistema de personalización más profundo. A simple vista, es el salto técnico y creativo que la saga necesitaba. Pero debajo de esa capa de velocidad y luces, Sega repite errores que ya parecían superados: una estructura de contenido limitada, un balance dudoso y decisiones de progresión que frenan el impulso de lo que podría haber sido su mejor entrega.
Jugabilidad: Buena estructura pero le falta balance

La base de CrossWorlds sigue el molde de siempre: carreras de tres vueltas con objetos, derrapes y potenciadores. Lo que cambia es el uso de los portales CrossWorlds, que alteran tramos enteros del circuito al momento de cruzarlos. La idea funciona —rompe la monotonía visual y exige adaptarse a nuevas rutas y físicas sobre la marcha—, pero su ejecución no siempre se siente equilibrada. Algunos portales colocan al jugador en posiciones demasiado ventajosas o lo castigan con un cambio abrupto de terreno difícil de anticipar.
El control es sólido, más responsivo que en Team Sonic Racing, y los derrapes vuelven a sentirse precisos. Sin embargo, el sistema de objetos sigue siendo el talón de Aquiles. Hay demasiado énfasis en proyectiles y trampas sin un contrapeso adecuado, lo que genera carreras caóticas donde la suerte pesa más que la habilidad. En línea, esto se traduce en frustración constante.
El modo historia —si puede llamarse así— es una sucesión de copas con leves diálogos que aportan poco. No hay un arco narrativo ni progresión significativa. A nivel de contenido, el título se queda corto: las pistas son visualmente diversas, pero su número inicial es modesto y las recompensas por completar eventos son lentas e insatisfactorias.
Progresión y personalización

Uno de los puntos que Sega más promocionó fue la personalización de vehículos. Se pueden modificar partes, gadgets y aspectos visuales, y cada componente influye en el rendimiento. El problema es que el desbloqueo de piezas es innecesariamente lento, y buena parte del contenido más atractivo queda tras horas de farmeo o detrás de microtransacciones disfrazadas de “boost packs”.
La sensación general es que el sistema tiene profundidad, sí, pero también un ritmo de progresión diseñado para retener al jugador, no para recompensarlo.
El balance entre personajes también sufre. Los ligeros dominan en la mayoría de los circuitos por su aceleración superior, y algunos especiales rompen el flujo de la competencia. Sega prometió ajustes en futuros parches, pero de lanzamiento se percibe una falta de prueba y ajuste.
Un gran espectáculo visual en la pista

El salto a Unreal Engine 5 le da a CrossWorlds una presentación espectacular. Los entornos cambian en tiempo real con los portales dimensionales: de una jungla luminosa pasas a una ciudad cyberpunk o a un templo flotante, todo sin interrupciones. Es una de las experiencias visuales más vistosas de la saga, con texturas nítidas y un gran trabajo en iluminación.
Sin embargo, el exceso de efectos y partículas puede ser contraproducente. En carreras con doce jugadores, la pantalla se satura hasta el punto de perder claridad visual. En consolas de menor potencia, como Nintendo Switch, los bajones de resolución y framerate son frecuentes, rompiendo la sensación de velocidad que define a Sonic.
La banda sonora, por otro lado, es excelente. Combina nuevas composiciones con remixes de clásicos, manteniendo esa energía eléctrica característica de la saga. Es uno de los aspectos donde Sega nunca falla.
Multijugador y rendimiento técnico
El cross-play entre plataformas es una de las mejores decisiones de diseño. Funciona bien, con emparejamientos rápidos y sin desconexiones frecuentes. En ese sentido, CrossWorlds supera a su antecesor y demuestra que Sega aprendió de sus errores online.
A nivel técnico, el rendimiento varía por plataforma. En PC y consolas de nueva generación el juego corre fluido, mientras que en hardware anterior los sacrificios visuales son evidentes. La estabilidad general es buena, pero los bugs de colisión y físicas extrañas siguen presentes, especialmente al usar portales o chocar con bordes de pista.
Sonic Racing: CrossWorlds logra lo que promete: ofrecer carreras rápidas, coloridas y con un nivel de espectáculo visual digno de su nombre. Es divertido, especialmente en multijugador, y la idea de los portales CrossWorlds realmente aporta frescura. Pero el juego sigue sin entender lo esencial: la velocidad no basta para mantener el interés cuando el progreso se siente lento, el balance es cuestionable y la estructura de contenido no evoluciona.
Sega entrega un título sólido en lo técnico, pero conservador en lo conceptual. CrossWorlds no es un fracaso, pero tampoco el renacimiento del Sonic racer que muchos esperaban.

